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11/06/2025
En medio de la gran reactivación que tuvo la animación en el país en las últimas décadas, Sergio Armand, realizador de cine de animación, comenta acerca de los progresos y retrocesos del campo de la animación en Argentina.
Sergio Armand es investigador, periodista, realizador de documentales, materiales pedagógicos audiovisuales y cine de animación. Es docente de Cine en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“El amor por lo audiovisual nació desde que era muy chico”. En realidad comenta que tenía tres amores vocacionales: uno era el dibujo de historieta y animación (“que termine haciéndolo”), el otro era la radio (“hice treinta y ocho años de radio”), y la docencia (“que fue algo que se me despertó tarde, nunca me había planteado ser docente, lo que sucedió fue que me fue absorbiendo”). Con el paso del tiempo, Sergio cree que esas tres áreas se fueron fundiendo y formaron parte de una misma cosa.
Su pasión por la animación empezó desde que era muy chico. “Ver dibujos animados en mi infancia fue una gran inspiración”, comenta mientras recuerda que veía al creador del Pájaro Loco, Walter Lantz, presentando su creación animada. “Yo me crié con el Pájaro Loco y con los dibujos animados de la Warner”. Sergio nació en 1964, año que recuerda como “el año de Mary Poppins”, aunque en retrospectiva lamenta haberla visto de forma muy tardía, porque “en el país a veces llegaban muy tarde estas grandes producciones”.
Así que básicamente me formé con animación televisiva: El Pajaro Loco, repite entusiasmado. “En el Pajaro Loco, en particular, tenias un segmento con Walter Lantz, que era el creador, mostrándote cómo se hacían los dibujos animados”. Para él ese fue un momento clímax en el que decide iniciar en el mundo de la animación. Cuando tenía siete años se anotó a un curso por correo de dibujo de historietas y dibujos animados, donde recibió su primera distinción, “un diplomita", dentro del mundo de la animación.
Otro primer mojón fue Cineclub Infantil que era un programa de televisión que conducía Victor Iturralde que daba los sábados a la mañana. En este programa se mostraba otro tipo de animación que no era la comercial clásica. “Era un tipo de animación que se hacía rayando sobre película virgen, animación con arena, y mucho stop-motion”, recuerda con lujo de detalle.
“Me gustó esta cosa de la intimidad del trabajo animado que te permite crear artísticamente tu propio proyecto”
“Yo entonces me puse a hacer cositas”, comenta mientras recuerda que en la época de la secundaria intentó hacer un corto en super 8, cuando “en esa época tener un Super 8 era muy caro”. Era una película que mezclaba ciencia ficción con pedacitos animados que hizo con figuras recortadas. Fueron los primeros escarceos para Sergio. Pero la animación era aquello que podía hacer con sus manos sin necesitar de un set o de grandes cámaras. “Me gustó esta cosa de la intimidad de que podes crear artísticamente tu propio proyecto”, expresa.
Por cuestiones de la vida Sergio se fue alejando de la animación. Cuando entra a la facultad se interesa más por el periodismo y la radio. Aunque en la década del 90 recupera esta pasión por la animación: “Hice microprogramas sobre divulgación sobre animación y ahí tratamos de hacer algunas cosas con lo que era el video analógico”, asegura. Luego ya en plena era digital, en el recambio de los 2000 's fue recuperando la posibilidad y siendo un poco más grande se metió de lleno. “Recuperé proyectos que había soñado en la infancia y que en ese momento tenía más herramientas para hacerlas”, comenta.
El cine digital dio vuelta las cosas para el mundo y para Sergio, porque con un aparato sencillo, como una webcam, podías grabar cosas con baja resolución y sobre eso, meterlo en un programa que se llamaba “Flash” (actual Adobe Animate). Te permitía experimentar. Para Sergio y para muchas personas en ese momento era un lujo. “El lujo era que con pocas herramientas podías acceder a hacer algo”, asegura.
Con la era digital toda una nueva generación de jóvenes volvieron a tener acceso a las herramientas audiovisuales. “El digital dio vuelta todo, para lo comercial y para lo independiente”, completa. El resultado de hoy es: circulación de cortos amateur muy bien hechos, los festivales que van creciendo y van dando lugar (muchos festivales: Anima Latina, Cartoon, Van Fest, El Ventilador, etc.). Después del digital resurge la animación independiente con distintas técnicas, y según Sergio, la calidad de la animación argentina que se puede apreciar hoy en los festivales es impresionante.
Hoy existen una importante cantidad de estudios de animación en el país, que trabajan de manera independiente para proyectos, también trabajan para publicidad, que trabajan para grandes compañías internacionales para hacer efectos visuales para películas o para publicidad.
“Es impresionante como se reactivó. No a nivel industrial, no hay una industria. Pero sí hay mucha producción”, sostiene mientras hace un gesto con la mano de prestar atención. “Hoy en día te contratan para proyectos específicos”, agrega. Para Sergio, en la actualidad los estudios de animación se sostienen con esta lógica de ir agarrando proyectos (ya sean para películas, series o publicidad). Un claro ejemplo actual es El Eternauta. Producción local abocada a un proyecto internacional. “El Eternauta tiene un caudal enorme de arte digital local al servicio de una producción live-action”, asegura.
Las formas actuales de hacer animación de los animadores independientes se asemeja mucho al modo justamente pionero del primer animador del país, Quirino Cristiani. “De alguna manera, en la actualidad volvemos a experimentar y ser pioneros a nuestra manera”, reflexiona.
Cuando se dio el boom de las producciones de Pixar y su tecnología basada en CGI, Sergio ya era grande. Recuerda que antes de Luxo Jr. (1986) había visto la del bebe, Tin Toy (1988). También recuerda Las Aventuras de André & Wally B. (1984) que es en realidad el primer experimento que se hizo antes de que Steve Jobs adquiera la división de CGI que le pertenecía a Lucasfilm.
Sergio se hizo muy fanático de Pixar. “Cuando salió Toy Story yo ya me consideraba adulto, y quedé enloquecido”, asegura entre risas. Sergio piensa que el éxito de Pixar se basa en la correcta selección de las técnicas para contar una historia. “A veces no pasa todo por el CGI, pasa por que vos elijas la mejor técnica para tu historia”, asegura mientras deja en claro que lo fundamental es centrarse en el relato.
“Yo esta época la viví alucinado, aunque lo veía muy lejano. Lo veía como algo inalcanzable, de hecho para mi el 3D es una curva muy empinada, es algo que no experimente tanto”, comenta.
El CGI llega tarde al país, pero no tanto. En las producciones locales se hizo muy común la combinación 2D y 3D, de hecho hacia fines de los 90 hubo una película que utilizó esta técnica: Condor Crux (2000) donde se utilizó una combinación de fondos 3D con animación tradicional 2D. También en Manuelita (1999) de Garcia Ferré hubo mucha intervención del 3D como fondo porque se volvió muy común resolver cosas con 3D. “Ahí yo me empecé a volver critico porque se comenzó a pensar que la clave era hacer las historias 3D y nada más”, opina.
Pero todavía no había una producción completa en 3D en el país. Se necesitaría una década para asentar esto. Metegol (2013) aunque no fue el primer largometraje de animación completamente en 3D, fue el que más trascendió.
En la industria hubo como una crisis en ese momento cuando todo se hacía en 3D. Cuando el 3D comienza a ser visto como la norma, como el paradigma que había que seguir. En lugar de ser visto como una técnica para un arte particular. Comenzaba una especie de monopolio del CGI y del 3D.
En el país el fenómeno PakaPaka era una lección de que no se necesita de 3D para contar buenas historias. En el canal se comenzó a incluir el trabajo de productoras independientes, como La asombrosa excursión de Zamba (2011) de la productora El Perro en la Luna. También estaba Media Luna y las Noches Mágicas (2012) de Esteban Gaggino. También la productora La Casa del Árbol que creó a Tincho (2012).
Entonces la creencia de que había que hacerlo en 3D para que sea un éxito se vino abajo porque en la práctica salieron muchas cosas que no seguían el paradigma del 3D y que fueron un éxito. “El 3D no garantizaba nada, de hecho la gente se comenzó a cansar”, asegura.
Que los productores argentinos se hayan volcado más por el lado de la animación tradicional en 2D, en lugar de la animación en 3D, en un momento en el que en el mundo estaba pasando el fenómeno Pixar, no lo ve simplemente como un rasgo de estilo de los cineastas locales, sino que Sergio piensa que desde la base el CGI requiere mucha investigación. En su momento, tanto Pixar como Dreamworks tenían sus propias tecnologías y técnicas.
“La experimentación es la identidad del cine de animación argentino”, opina Sergio ya que ve en la experimentación algo muy identitario del cineasta argentino. Si bien, el CGI tardó en venir fue bastante rápido que muchos productores se apropiaron de sus técnicas. “El espíritu inquieto nuestro como artistas, hace que nos apropiemos con cierta velocidad de las cosas”, reflexiona.
“En la Argentina no sé si falto un Steve Jobs, pero por lo menos aca tenemos millonarios que desde el poder lo que hacen es oprimir”, opina. Aunque Sergio sí piensa que existe gente con plata que creyó en el potencial de la animación argentina, como Federico Valle o Garcia Ferré.
En la década del 90 en el país las corporaciones se empezaron a introducir en la producción cinematográfica. Estaba Grupo Telefe, también el Grupo Artear. Producciones como Manuelita eran del Grupo Telefe. Sergio asegura que lo que sí había era plata metida por parte de las corporaciones mediáticas en el campo del cine. Pero no era una mirada visionaria, como de gente diciendo: “Che, a esto se le puede dar un desarrollo, podemos potenciar esto, al estilo Steve Jobs, eso sí no había”, comenta. Y agrega: “Esa mirada está más del lado del cine independiente. Eso sí faltó (la mirada visionaria)”.
“Creer en las capacidades del otro implica la necesidad de reformar el tejido social”
Otro tema que menciona Sergio como factor que contribuyó a no evolucionar tanto con el CGI son las crisis constantes. “Los argentinos no tenemos un solo laburo, no nos podemos dedicar todo el tiempo a una sola cosa o que nos paguen para investigar en tecnologías”, dice. El problema para Sergio es más profundo. Es cultural e idiosincrático. Pero también político, económico, coyuntural, y cultural. “En los Estados Unidos tienen esta ventaja de dedicarse a desarrollar exclusivamente CGI. Y también alla laburan mucho en equipo, acá también pero somos más celosos”, agrega.
Lo de Steve Jobs según su perspectiva fue un tema de “guita y visión”. Jobs invierte porque vio un potencial. “¿Acá invertimos en el otro? Se necesita un tejido social para invertir en el otro.
Creer en las capacidades, en el valor, y en el talento del otro implica la necesidad de reformar el tejido social. Se necesita una cultura que implique ese deseo de que la gente crezca”, reflexiona críticamente.
En los 90 en la Argentina, en pleno “menemismo”, una década marcada por el neoliberalismo, había muchas inversiones de grupos empresarios y también una idea de competir con el modelo estadounidense. No había una búsqueda propia. “Pasando la época de los pioneros, en los 90 el cine de animación argentino intenta imitar el modelo internacional”, asegura.
Desde su perspectiva hay mucha resistencia por parte del gran público hacia el cine de animación argentino. Cree que en el transcurso de los años pasó algo que hizo que se perdiera la avidez de ver producciones locales. “Hubo un tiempo en que la gente iba, creo que se está dando un caso particular con El Eternauta. Que sirve para romper con el estigma de que te vas a aburrir”, asegura.
“Cuando creo a Eugenio me doy cuenta de que la animación es un vehículo hermoso para expresar las paradojas y los absurdos de la vida”
Sergio dirigió varios cortos animados, entre los que destacan dos. Demasiado tímido (2005) y Por su bien (2017). El primero nació mucho tiempo antes, lo fue escribiendo en la década del 80, que originalmente era un largometraje con el personaje “Eugenio”. “Cuando creo a Eugenio me doy cuenta de que la animación es un vehículo hermoso para las paradojas y los absurdos de la vida”, comenta.
En realidad, en la versión de largometraje, el personaje es muy torpe en situaciones muy peligrosas. Demasiado tímido es solo uno de los fragmentos del largo sobre el que Sergio decidió quedarse y producirlo. Sergio asegura que es una historia absolutamente real, que “es un testimonial”. Originalmente la idea era hacer una serie con Eugenio. La producción arrancó en el año 2002 y terminó en el 2004. El corto fue seleccionado en ANIMA donde pude ir por primera vez. Uno de los sueños de Sergio es lanzar la serie animada en un futuro cercano.
Por su bien (2017) arrancó también mucho antes mientras yo exploraba lo de Eugenio. Por entonces, cursaba el Taller I en la facultad y recuerda que le asignaron un ejercicio de argumentación que era más o menos: “A intenta convencer a B de entenderse en C” y sobre eso hizo la argumentación central de la película. “Pero en ese entonces todavía no tenía la carga ideológica”, aclara.
Para la realización de Por su bien experimentó mucho con Flash, con Photoshop, con rotoscopia y empezó a ver cosas que le gustaban mucho. Era en un momento en el que se discutía sobre el fin del relato cuando asume Mauricio Macri como candidato presidencial, trató de apurar el proceso de producción porque ya había cambiado mucho el guión. En ese momento, Sergio estaba muy sensible con respecto a lo que sucedía en el país. Comenta que él había cambiado mucho.
En el periodo cercano al estreno de Por su bien estaba muy sensible. Ya en ese momento, él había cambiado mucho, y eso se vio reflejado en el guión que se había convertido en una denuncia hacia lo que él sentía era un atentado contra la memoria histórica por parte del gobierno de turno. “Mi objetivo era que el corto estuviera antes de las elecciones, lastimosamente no lo logre”, comenta. El corto salió después de que Mauricio Macri había asumido. “Yo en ese momento necesitaba que ese corto saliera para que lo viera la gente y decirles algo a través de la animación”, reflexiona.
Así que el motivador principal de Sergio para esta nueva historia, que representó un giro de 180 grados con respecto a su primer corto, era decir algo acerca del contexto real que se vivía en el país. “La motivación artística era cambiar de registro, pero no para dedicarme para siempre a eso, en este caso hice una excepción porque quería decir otra cosa”, sostiene. Para Sergio desde la ciencia ficción se pueden decir y denunciar muchas cosas, como lo hizo Star Trek (1960) en su momento, como las buenas distopías lo hacen, como Orwell lo hizo con 1984 (1949) que detonaron las miles de historias distópicas que tenemos hoy en todas las plataformas.
“Aunque tengo que admitir que me costó porque siempre me sentí más emparentado con lo cómico", concluye.
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