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¿Por qué aún no se acaba la guerra entre Rusia y Ucrania?

22/02/23

El 22 de febrero de 2023 se cumplió un año del inicio del estallido del conflicto bélico entre ambas naciones. Los motivos del inicio de las hostilidades es algo sobre lo que hay mucha información rondando en todas partes y sobre lo que hay relativo consenso. El temor por parte de Rusia ante el avance de la Unión Europea en Ucrania. Un territorio en el que ambos bloques poseen muchos intereses. Habiendo pasado un año de una cruenta guerra que ya se ha cobrado más de 100.000 muertes, incluyendo a civiles, la pregunta que todos nos hemos hecho por lo menos alguna vez durante este tiempo es ¿por qué aún no se acaba la guerra?

La pregunta es motivada en parte por un imaginario social bastante extendido, sobre todo en nuestras sociedades occidentales, acerca de Rusia. La mayoría de nosotros daba por cierto que la Federación Rusa era una ferozísima nación capaz de acabar con cualquier conflicto de manera rápida y veloz dada la gran capacidad de su industria armamentística. Y es que no debemos olvidar que Rusia es uno de los principales exportadores de armas del mundo, solo superada por Estados Unidos.

Una lógica imperial

Para poder responder esta pregunta es importante detenernos y reflexionar sobre las verdaderas motivaciones de los conflictos internacionales y ser completamente conscientes de que, generalmente, se trata de la defensa de los intereses de diversos grupos humanos colocados en puestos de poder.

Para defender tal o cual interés están dispuestos a actuar de determinada manera y poseen las herramientas necesarias para iniciar acciones contundentes en defensa de dichos intereses. Un conflicto bélico, por ejemplo.

Además tienen el poder para sumir a las economías de regiones enteras en las más profundas crisis. La llamada “guerra economica” es el principal mecanismo de presión y, normalmente, es puesto en funcionamiento cuando es necesario asegurar el cumplimiento de intereses específicos dentro de los marcos de la diplomacia. Aunque, efectivamente, puede ser considerada como una estrategia que forma parte de las acciones bélicas.

La puesta en funcionamiento de este mecanismo de presión “diplomatico” se hizo visible para todos nosotros tras el estallido de la guerra. Un ejemplo claro de la utilización de esta estrategia “diplomatica” fueron las diversas “sanciones” aplicadas a Rusia desde el inicio de la guerra.

Ahora bien, estos grupos humanos en el poder actúan siguiendo una lógica imperial. Sí, la lógica que movía el accionar de los grandes emperadores de la antigüedad, en pleno siglo XXI. Se trata de un modo de asegurar el cumplimiento de intereses heterogéneos. Dichos “intereses” son por lo general económicos. Es decir, esta lógica imperial está estrechamente vinculada a una lógica mercantil. Y estos “intereses” diversos en pugna son fundamentalmente las bases de todo gran enfrentamiento. Es una lucha de intereses heterogéneos en la cual cada sector busca alcanzar la máxima satisfacción de los mismos.

En nuestros tiempos, donde lo que prima son las relaciones democráticas internacionales, esta lucha normalmente se lleva a cabo en la arena de la diplomacia. La labor esencial de la diplomacia es la solución pacífica de las diferencias que puedan generarse entre los Estados para una coexistencia en un sistema internacional globalizado e interdependiente.

Esta situación ha sido bruscamente interrumpida con el estallido de este conflicto bélico. Y es que, cuando los intereses esgrimidos son tan heterogéneos que resulta prácticamente imposible sentar las bases para un acuerdo entre las partes, los intereses deben ser defendidos en otra arena. Y es así que se inician los grandes enfrentamientos armados. La lucha de intereses siempre implica la existencia de ganadores y perdedores. Sea esta lucha producida bajo los estrictos marcos de la diplomacia o llevada a cabo en el campo de batalla.

Cuando la lucha de intereses se transforma en guerra, las implicancias de la existencia de estos dos sectores (ganadores y perdedores) alcanzan niveles impensables de costos que terminan afectando no solo a los sectores en pugna sino al resto de la población.

La guerra siempre fue un fenómeno muy costoso. Pero como estos grandes actores son movidos principalmente por una lógica que considera como funcionales las bajas humanas, lo único que verdaderamente importa es la victoria a cualquier costo. El vencedor se lleva todo. El más grande motín para la nación más poderosa.

¿Pero de cuáles intereses estamos hablando?

Nos referimos, principalmente, a los intereses económicos, comerciales o mejor, mercantiles que permiten que una nación se vuelva poderosa acrecentando sus reservas de riquezas. Toda nación necesita de estas reservas para asegurar la compra de los elementos (materias primas, armamento) necesarios para el sostenimiento de su sistema interno de organización.

Aunque sea sorprendente, nuestro mundo se sigue rigiendo principalmente a través de relaciones mercantiles. Los protagonistas encargados de defender estos intereses en esta gran conflagración son dos grandes bloques geopolíticos.

Por un lado, la Unión Europea quiere asegurarse que sus importaciones de gas natural de Ucrania, así como de sus exportaciones hacia esta no se vean amenazadas por la inestabilidad en la región.

Ucrania, por su parte, quiere incrementar sus exportaciones al beneficiarse del libre comercio con la Unión Europea, mientras atraen la inversión extranjera deseada. Las bases de este gran acercamiento fueron sintetizadas en el “Acuerdo de Asociacion” firmado finalmente en el 2014.

Mientras que la economía rusa se hubiera visto fuertemente comprometida si esta inversión en las relaciones comerciales se hubiese concretado de manera definitiva.

Ahora bien, cuando una de estas grandes naciones percibió una posible amenaza que podría afectar directamente a sus principales intereses es cuando decidió iniciar con las estrategias defensivas. Siguiendo la lógica imperial, el gigante euroasiático inició la invasión hacia la nación ucraniana.

En este sentido, lo fundamental es comprender cuales son los intereses y las paradojicas grandes ventajas que produce el conflicto belico para estos grandes actores del escenario mundial movidos fundamentalmente por una logica imperial en nuestra era. En pleno siglo XXI.

Intereses del Kremlin

Para Rusia, el inicio del conflicto significó volcar parte de su capacidad industrial para mejorar la producción de armamento. El nivel de gasto destinado directamente a armamento para cubrir necesidades internas ha ido aumentando de manera progresiva.

Es decir que la guerra le está permitiendo a Rusia terminar de reconstruir la industria de defensa que había sido prácticamente abandonada a partir de la década del 90, como consecuencia de la disolución de la URSS.

Las mejoras producidas dentro de la obsoleta industria armamentística rusa se enmarcan en el Programa Federal Especial para la Reestructuración de la Industria de Defensa que entró en vigor oficialmente en 2011.

Este programa dotó a la industria militar rusa de una financiación muy voluminosa. Entre las innovaciones tecnológicas que posibilitó la aplicación del programa se destaca la renovación de los satélites militares obsoletos y la mejora de los diversos sistemas tecnológicos. Este programa agrupó a empresas y centros de investigación que se encontraban estrechamente relacionados durante la etapa soviética; sin embargo, las que pasarían a tener mayor importancia serían las creadas desde cero y adaptadas a las nuevas circunstancias de la defensa del país.

Aunque sea difícil de creer, la industria armamentística rusa sufría de un deterioro estructural muy grave, como consecuencia del abandono de este sector durante el proceso de transición democrática tras la disolución definitiva de la URSS en la década del 90. Uno de los ejemplos más impactantes de este atraso tecnológico y productivo es el subdesarrollo en la generación y producción de aviación no tripulada (drones) en Rusia.

A pesar de este atraso relativo, Rusia seguía siendo uno de los principales exportadores de armamentos del mundo. Durante los años 90, las exportaciones de armas evitaron un hundimiento total de la producción de armamento y la descomposición de esta industria en Rusia.

Rusia utiliza las exportaciones como un medio para conseguir fondos para modernizar su industria (poner mas grande).

De hecho, del conjunto de la producción militar dentro de la industria de defensa, a principios de la década, más de 70% era destinada a exportaciones; en 1998 esta cifra fue de más de 60%, y en 1999 llegó a alcanzar cerca de 80%. En los siguientes años este porcentaje disminuyó: en 2006-2007 era de alrededor de 40%, y en los años de vigencia del nuevo programa de armamento es algo superior a 30%.

Así pues, para la industria de defensa, las exportaciones siguen siendo un componente estratégico de la producción. Puede señalarse que, aunque con la ruptura de la URSS el país perdió importancia relativa en los mercados internacionales, durante la última década se ha consolidado como el segundo proveedor mundial de armamento.

De esta manera podemos concluir diciendo que el actual conflicto bélico le permitió a Rusia alcanzar los objetivos más ambiciosos del programa de reestructuración de la industria de defensa.

Es decir que Rusia podrá alcanzar un nivel avanzado en defensa mientras se prolonga el conflicto con Ucrania, y tendrá por tanto capacidad para respaldar de manera nada despreciable sus intereses nacionales desde el punto de vista militar.

Esta es la razón principal por la cual la continuidad del conflicto resulta beneficiosa para Rusia.

Un alto costo a pagar

Para la Unión Europea, la prolongación del conflicto tiene muchas desventajas en el corto plazo. Aunque a veces lo pasamos por alto, Rusia forma parte de Europa y existe entre ellas una fuerte interrelación económica y cultural. Ambos bloques dependen el uno del otro. Pero, en definitiva, son las economías europeas quienes deberán enfrentar las mayores dificultades porque eran un gran cliente de Rusia. El inicio de la guerra significó, para Europa, el inicio de problemas coyunturales de gravedad, tales como el desabastecimiento.

El principal problema es la dependencia energética de Rusia, uno de los mayores exportadores de petróleo y gas del mundo, y Ucrania, un importante país de tránsito del gas ruso.

Europa obtiene más de un tercio de su suministro de gas y aproximadamente una cuarta parte de su petróleo de Rusia. Las interrupciones en la cadena de suministro global son un riesgo clave y, como mínimo, es probable que los precios de estos productos básicos permanezcan elevados por algún período, manteniendo la inflación global alta durante más tiempo.

Esta situacion se agrava por la heterogeneidad de actores implicados en tales cadenas comerciales globales. Es decir, los líderes occidentales deben mantener la unidad en más de 20 democracias divididas, persuadiendo a ciudadanos, desde Canadá hasta Bulgaria, de que el aumento de los precios de la energía vale la pena. De manera inevitable, habrá quiebres políticos dentro de Occidente.

De hecho, los problemas para alcanzar consensos ya se están produciendo en Occidente. Las presiones de Alemania para que Francia rompa todas las relaciones comerciales con Rusia, se presenta como una de las primeras señales del resquebrajamiento de la cohesión occidental.

Se trata de otra dificultad generada por la dependencia energética rusa. Y es que, tanto Francia, como Estados Unidos, siguen comprando uranio enriquecido a Rusia. Su principal excusa es que se trata de un asunto de seguridad nuclear.

Francia es uno de los países dentro de la comunidad europea que, a pesar de seguir apoyando la política occidental de aplicar sanciones hacia el gobierno ruso, no ha dejado que sus relaciones comerciales con este último se quiebren por completo.

Otro de los países que continúan teniendo fuertes conexiones con Rusia es Alemania. Esta nación que también es dependiente del gas ruso es unos de los miembros de la comunidad occidental que por gozar de cierta autonomía los liderazgos regionales es el país que comparte más intereses con la Federación Rusa.

Aunque esta situación se modificó drásticamente tras el estallido del conflicto bélico cuando la nación debió adherir a la política occidental de sanciones. La invasión ha destruido uno de los pilares de la política exterior alemana: la conocida como “Ostpolitik”. Se trataba de una política de acercamiento hacia la ex Alemania Oriental, Europa del Este y Rusia.

A pesar de que diplomáticamente el Estado alemán deba seguir los lineamientos de la comunidad europea, no pueden quebrar por completo sus relaciones con el gigante euroasiático debido a que siguen dependiendo de la importación del gas ruso. No debemos olvidar que la industria alemana es la principal consumidora de gas de la Unión Europea.

Otro de los grandes problemas al que se enfrenta la Unión Europea es la restricción en el comercio de granos con Ucrania, uno de los mayores productores de cereales del mundo.

Desde que inició la guerra las tropas rusas bloquean los puertos de Ucrania produciendo una enorme crisis de desabastecimiento en todo el continente.

La escasez de alimentos amenaza con convertirse en uno de los problemas más graves al que deberá enfrentarse el bloque occidental mientras dure la guerra. Nos referimos a la escasez de materias primas y alimentos, y sus efectos inflacionarios.

Ucrania y Rusia producen casi un tercio del trigo y la cebada del mundo, y son grandes exportadores de metales. De hecho, algunas empresas manufactureras en Europa, que dependen de piezas metálicas procedentes de Ucrania, ya tienen problemas de abastecimiento.

Las interrupciones en las cadenas de suministro, así como el aumento de los costes de muchas materias primas, han hecho subir el precio de los alimentos en Europa.

La luz al final del túnel

El panorama hasta ahora no es nada bueno para las naciones del bloque occidental, sobre todo para los países de la Unión Europea.

Sin embargo, esta serie de desventajas, que implica la extensión de la guerra en el tiempo, son vistas por los miembros de la comunidad europea como condiciones necesarias para el cumplimiento de un objetivo que va más allá de lo económico.

Se trata de un estricto objetivo geopolítico: evitar el avance del imperialismo ruso.

Desde el inicio de la gran conflagración, la Unión Europea dispuso la creación de una célula encargada de coordinar la compra de armamento para sostener al Gobierno ucraniano frente al ataque ruso.

La Comisión Europea también decidió movilizar el Centro de Satélites de la Unión Europea para prestar servicios de inteligencia a Ucrania. De esta forma, la guerra ruso-ucraniana permitió a la UE reafirmarse como fuerza geoestratégica e implicarse en un conflicto militar donde, definitivamente, es la protagonista.

La razón principal por la cual al bloque occidental le resulta de alguna manera “beneficiosa” la prolongación del conflicto, es que la situación generada por la guerra le permite expandir la gran muralla que divide ambos espacios geopolíticos. Nos referimos a la vieja “cortina de hierro” de la guerra fría.

En este sentido, el interés que mueve el accionar de las naciones de occidente es avanzar con su propio plan imperial de “occidentalizar” al mundo y, sobre todo, evitar el fortalecimiento de un “nuevo bloque oriental”.

Básicamente, posicionarse como un gran bloque de naciones fuertes y volver a ganar relevancia en el escenario mundial, son algunas de las razones principales por las cuales a la Unión Europea le interesa que la guerra se extienda en el tiempo.

Conociendo al enemigo

Aunque puede parecer paradójico, pues la guerra al parecer tiene más efectos negativos para las naciones occidentales, la continuidad del conflicto tiene una ventaja para estos.

Además de que les permite seguir fortaleciendo sus lazos diplomáticos y comerciales con Ucrania, la prolongación indefinida del conflicto armado les permite poner a prueba las fuerzas de un enemigo histórico. De alguna manera, la posición defensiva que están obligadas a tomar las fuerzas ucranianas dada su condición de nación invadida, le permiten a occidente ver desde afuera las capacidades reales del ejército ruso.

Los líderes occidentales están siguiendo una vez más (ya lo habían hecho en las grandes guerras del siglo XX) las enseñanzas del filosofo asiatico Sun Tzu cuando decia que ...“si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no deberías temer el resultado de mil batallas. Si te conoces a ti mismo pero no a tu enemigo, por cada batalla que ganes sufrirás una derrota”... “a no ser que te mantengas informado de la situación del enemigo y estés listo para atacar en cualquier momento, una guerra puede alargarse durante años”.

La prolongación de la guerra le permite observar sin intervenir desde una posición de ventaja absoluta. Todo el arsenal y toda la estrategia militar que utiliza la antigua Unión Soviética quedan a su disposición.

Volvemos a Sun Tzu …"combatir y vencer en todas las batallas no es el mérito máximo; el mérito máximo consiste en quebrar la resistencia del enemigo sin combatir”.

Es exactamente lo que occidente está haciendo. Con la extensión del conflicto occidente mantiene viva la posibilidad de una victoria historica sobre el invencible gigante euroasiatico.

Desafortunadamente para occidente, Vladimir Putin también conoce bien los consejos del gran estratega militar asiatico. El líder sovietico no solo es el típico político al que estamos habituados a ver desde este lado del hemisferio, sino que cuenta con una formación militar de primera. Trabajó durante dieciséis años como oficial de inteligencia exterior de la KGB, la agencia de inteligencia de la Unión Soviética, ascendiendo al rango de teniente coronel en 1991.

Teniendo en cuenta esto, podemos suponer que Putin conoce al menos algunos de sus consejos. Como por ejemplo el pasaje que dice ...“cuando podamos atacar, debe parecer que no podemos; si estamos cerca, debemos hacer pensar que estamos lejos; parecer indefensos cuando somos más fuertes que él”.

El gran estratega militar asiatico se convierte nuevamente en el protagonista de las decisiones que se toman en el campo de batalla.

Para nosotros, los civiles, es un importante recurso bibliográfico que tenemos a disposición para tratar de comprender la manera en que piensan los grandes líderes del mundo.

Entonces... ¿por qué aún no se acaba esta guerra?

Como dijimos al principio, las guerras son la consecuencia más cruel de no haber podido sentar las bases necesarias para un acuerdo entre dos partes opuestas.

Ahora bien, las guerras no solo tienen como principal objetivo alcanzar la victoria a cualquier costo, sino que fundamentalmente se trata de alcanzar la satisfacción de esos intereses en pugna que no pudieron equipararse en la arena de la diplomacia. Este es el límite de todo gran conflicto armado.

La respuesta más acertada a la pregunta que todos nos hacemos acerca de la guerra entre Rusia y Ucrania está relacionada con los intereses de los grandes actores que se encuentran fuera del campo de batalla.

¿Porque aun no se acaba la guerra? Fundamentalmente porque aún no se han terminado de concretar los objetivos de ambas potencias.

En otras palabras, porque los grandes actores del escenario mundial, los que toman las decisiones importantes, no han alcanzado la satisfacción de sus intereses.

Sorprendentemente, la respuesta no incluye la incapacidad de Rusia de acabar con la guerra en el corto plazo. Ni tampoco a la inesperada capacidad de resistencia de las fuerzas ucranianas. Sino que la respuesta es un poco más compleja y en definitiva, es una verdad un poco incómoda.

La realidad es que lo que determina la continuidad de la guerra es la adopción por parte de ambos bloques de políticas intransigentes que no buscan la conciliación de las partes, sino que están principalmente volcadas a hacer el cumplir sus intereses a cualquier costo.

Las demandas de Rusia son tan radicales que muchos analistas políticos las consideran insostenibles, lo que significa que es una moneda de cambio para Rusia o una justificación para la guerra cuando sus demandas son inevitablemente rechazadas.

La OTAN rechazó inmediatamente la estipulación central de garantizar la suspensión de la admisión de nuevos miembros.

Lamentablemente, esta es una característica histórica de los grandes conflictos mundiales.


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